Toda sociedad enfrenta y vive riesgos producto de fenómenos naturales, pero frente a los daños causados algunas pueden recuperarse rápidamente y otras no. La experiencia del terremoto de Pisco mostró nuestras debilidades para afrontar la emergencia primero y la reconstrucción después. Los daños del actual fenómeno del “niño costero”, cuyos efectos estamos viviendo nos colocan frente a un reto mayor: Tenemos un mayor número de población damnificada y casi 800 distritos afectados. Es esta una oportunidad para atender las causas de lo que nos hace vulnerables frente a estos daños y generar mayor capacidad del Estado y la sociedad para sobrellevarlos y recuperarnos en el tiempo que las familias y el país lo necesitan.

Un tema crítico es el abordaje a la pobreza. Reconocemos como logro que la pobreza en el Perú cayó del 31 al 22% entre el 2010 y el 2015, siendo esta reducción mayor en las zonas rurales. Sin embargo; el riesgo de cruzar la frontera entre ser y no ser pobre, depende de los recursos con los que las familias e individuos cuenten para enfrentar riesgos como: Una enfermedad, desempleo, un terremoto o huaycos. Posiblemente el número de pobres post huaycos nos tire abajo las cifras antes mencionadas.

Esto está relacionado con que nuestras capacidades para superar circunstancias traumáticas como las que estamos viviendo no calzan con un modelo de lucha contra la pobreza basada sólo en la pobreza monetaria.

En su “Informe sobre Desarrollo Humano 2014 – Sostener el Progreso Humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia”, el PNUD nos habla de la fragilidad de esos logros, en tanto no son sostenibles a lo largo del ciclo de vida individual y colectiva. Este informe nos plantea como objetivo fortalecer la resiliencia humana, definida como la solidez de las opciones, actuales y futuras de las personas, y su capacidad para lidiar y adaptarse a acontecimientos adversos, como estos fenómenos naturales.

¿Qué necesitamos para lograrlo? Incorporar una comprensión de la pobreza como respuesta a las vulnerabilidades. El enfoque que más nos ayuda es el de la pobreza multidimensional. Como hemos señalado no es suficiente medir los ingresos por familia, hay que incorporar otras dimensiones; por ejemplo, como las de tipo y calidad de vivienda, trabajo formal y seguridad social, acceso universal y de calidad a la educación y salud, entornos seguros frente a desastres o la inseguridad ciudadana, etc. Pasos importantes en este camino se han dado en países como Colombia, México y Chile.

Atender la pobreza desde la multidimensionalidad, nos permitirá diseñar políticas integrales y articuladoras. Políticas urgentes son las políticas urbanas, saneamiento físico legal de la propiedad, que nos permita ocupar áreas sin riesgos, gobernanza de los recursos hídricos, gestión de riesgos y seguridad alimentaria. La Política de lucha contra la pobreza urbana; bandera de esta gestión en el MIDIS, debería entonces incluir esas problemáticas en su diseño.

Otro tema es tomar la institucionalidad creada como la del Sistema Nacional de Desarrollo e Inclusión Social -aprobado con la Ley N° 29792 y reglamentado con el DS N°008-2016-MIDIS-, como espacio de articulación multisectorial e intergubernamental para el proceso de reconstrucción nacional. El diseño institucional existe y las capacidades estatales han dado un salto cualitativo en políticas sociales, es tiempo de usarlas. Como se ha señalado, el problema no son los fenómenos naturales, sino la ausencia de políticas y gestores públicos innovadores frente a riesgos como los vividos. Es tiempo de hacer un giro radical y enfrentar la causa de nuestras fragilidades.